El hombre caminaba enmedio de la niebla, podía escuchar sus propios pasos y delante de si no parecía haber nada. Pero él caminaba y caminaba, sin siquiera pensar algo, sin siquiera reflexionar y caminó hasta que finalmente emergió de entre la niebla, una caverna enorme con una entrada oscura y fría. Una entrada para él. Entonces el lo supo, con la lógica y con el corazón tambíen, había llegado el momento...
Eso era aquello de lo que las religiones hablaban, había finalmente llegado a las puertas del Infierno, él, una pobre alma solitaria. Sabía que era su obligación entrar, no había de otra, caminó dentro de la caverna y estaba muy oscura adentro, con algo pulsante terriblemente maligno al fondo.
Podía sentir el olor a carne podrida, y entonces escuchó una voz que entró desde todos los poros de su cuerpo, una voz inminente, terriblemente poderosa que le dijo:
— Bienvenido.
La Pobre Alma temblando, apunto de perder la compostura, con la voz quebradiza y llorosa gimió:
— ¿Quien Eres?
La voz, intrigante pero paciente le contestó:
— Tu sabes quien soy.
Entonces, el hombre empezó a llorar:
— No Entiendo, no entiendo ¿por qué estoy aquí?, ¿por qué? si yo llevaba una buena vida, ¿por qué? si yo no le hice nada a nadie, ¿por qué?.
Y entonces luego de varios segundos, tomándose su tiempo, la voz tan calmada y profunda le pregunta:
— ¿Qué Esperabas?
Él se secaba las lagrimas, sollozando y reflexiono:
— En la Tierra dicen que el mayor truco que tu le jugaste a la humanidad es convencerlos que tu no existías.
La Voz responde, luego de pensar unos instantes:
— No, La mayor jugada que yo le hize a la raza humana, fue hacerles pensar que había alternativa.
El Hombre continua sollozando y gime:
— Tú Eres el Diablo!
La Voz le corrige una vez más:
— No, yo soy Dios...
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